A todas las colegas, amigas, acompañantes de vida, amoras. A aquellas que nos sostienen cuando la militancia aprieta y que nos traen sopa a casa si estamos tristes. A las personas con las que compartimos un fragmento de vida en un piso, en una cafetería, en un banco, en un chat virtual. A todas aquellas cuyos nombres desconocemos, pero a las que estamos unidas por una lucha común. A aquellas junto a las que nos acurrucamos al volver del trabajo. A todas las compañeras no humanas con las que convivimos. A aquellas con las que colectivizamos cuidados. A las compañeras que hemos perdido y a las que nos quedan por conocer.